Una palabra. O dos. O tres. Que signifiquen para mi la causa y para vos el efecto. Que hagan que te levantes, y respires, y grites, y dialogues, y contemples, y que no te vuelvas a sentar. Que logren transmitirte lo que ellas sientan, de la misma manera que vos impregnas de barro un camino ya sucio, y sin embargo lo dejas limpio. Que marquen como siempre el antes y el después, pero sobre todo el ahora. Que te permitan perderte, pero solo lo justo, para llegar a tiempo a encender el fuego, y no quedarte en penumbras.
Una mirada. Y esta vez es solo una. Para descolocarte, y dejarte algo torcido. Para impedir que te desvanezcas, y para encontrarte, siempre y cuando antes te hayas perdido. Para pautar, pero también para poder improvisar. Y para que te permitas oler pintura fresca en un pared ya vieja, y a la vez arrancar la flor del árbol que aún no se plantó. Para estar, y para no estar. Para gustar, no gustar, y seguir sintiendo. Y para que tus manos se carguen de tinta, y que a tu alrededor solo veas hojas blancas, muy blancas. Y que en ese momento te eleves, hasta ver tu posición anterior como un punto diminuto. Y entonces, comprendas.
¿Eileen?
ResponderEliminarHermoso, sin mucha experiencia en comentar textos, sentí mientras leí estas líneas que dió algo así como un efecto circular. Me mantuvo expectante, especialmente con las frases de más tensión, que la resolvías justificándola o simplemente alivianando el contenido.
Y critico: le doy 8 Eileenes (¡no clarines eh!). Saludos y voy a ver si creo algo en estos días, ya se me está esfumando la disciplina... MALDICIÓN.
Es Laura la autora, lo dijo más arriba en otro comentario. Es una metáfora hermosa de lo que es la escritura, inseparable de la lectura. El lector entra en el proceso como en un remolino, y se despeina. (Y a veces más que eso)
ResponderEliminarMe gustó mucho.
Pero no atribuyamos clarines ni Eileenes!
(Y menos sin el consentimiento de estas últimas)
Amalia